El hierro es un oligoelemento, es decir, es un mineral que el organismo necesita en pequeñas cantidades (normalmente entre 7 y 18 mg al día, en función de las circunstancias).

La mayor parte del hierro del cuerpo humano se encuentra en la hemoglobina (unidad de transporte del oxígeno por la sangre, de los pulmones a los tejidos)

Como ocurre con cualquier otro oligoelemento, tiene que estar presente en nuestro organismo en la proporción adecuada, ya que tanto su falta como su exceso pueden ser perjudiciales para la salud.

Sin el hierro no es posible el transporte de oxígeno de los pulmones hasta los diferentes órganos, como el corazón, los músculos, el hígado o el cerebro. La glándula tiroides, el sistema nervioso central, el control de la temperatura corporal y las defensas frente a los microorganismos no pueden funcionar sin él.

Además, es indispensable para algunas funciones del cerebro, como la capacidad de aprendizaje. Se encuentra en las enzimas del metabolismo oxidativo de la cadena respiratoria en la que participa en los procesos de combustión de las sustancias nutritivas, incrementa las resistencias ante las enfermedades, previene los estados de fatiga, cura y previene contra la anemia derivada de una carencia de hierro. Y es muy saludable para la piel, el cabello y las uñas.

En los alimentos encontramos dos tipos de hierro:

Hierro hemo: Se encuentra en la carne, el pescado y el marisco
Hierro no hemo: Lo encontramos en los alimentos de origen vegetal, como legumbres, verduras, frutos secos, etc

El hierro hemo se absorbe mejor que el no hemo; no obstante, ambos tipos se aprovechan mucho mejor si se combinan con la ingesta de alimentos ricos en vitamina C como el limón, la naranja, el pimiento, las coles de Bruselas, etc.

Algunos de los alimentos ricos en hierro más comunes son: