El selenio es esencial para la salud. Es un oligoelemento, es decir, el cuerpo lo necesita en pequeñas cantidades, normalmente no superiores a 100 mg.

El prefijo “oligo” deriva del griego, y significa “poco”. De ahí que las sustancias que nuestro organismo necesita en pocas cantidades se conozcan como oligoelementos.
El selenio ayuda al organismo a producir enzimas antioxidantes, que influyen en la prevención del daño celular. De este modo, previene frente a algunos tipos de cáncer y nos protege frente a los efectos tóxicos de los metales pesados (mercurio, níquel, plomo…)
Las principales fuentes alimenticias de las que podemos obtener el selenio son las siguientes:
- Verduras
- Nueces de Brasil (en algunas partes de España se conocen como “coquitos”)
- Levadura de cerveza, germen de trigo
- Pescado, marisco, huevos, pollo, hígado, ajo, carnes rojas (con moderación)
También es de gran importancia para que la glándula tiroides funcione correctamente.
El tiroides produce dos hormonas diferentes, triyodotironina (T3) y tiroxina (T4), que controlan el metabolismo en el cuerpo. La T4 inactiva se convierte en T3 activa, una hormona crucial para controlar la tasa metabólica de nuestras células. El organismo necesita selenio para llevar a cabo esta conversión, de modo que si una persona tiene deficiencia de selenio, puede impedirse la conversión hormonal y provocar una alteración en la regulación del metabolismo.

Es muy importante tener una aportación diaria de oligoelementos dentro de nuestra alimentación, ya que nuestras células son permanentemente atacadas por el estrés o el cansancio, aunque hay que tener cuidado; tan perjudicial para nuestra salud es la falta de selenio como el exceso en su consumo, sobre todo cuando se utiliza en suplementos alimenticios.
Es también muy importante mantener una dieta equilibrada y utilizar suplementos de selenio sólo previa prescripción profesional y con un adecuado control.
